jueves, 23 de junio de 2016

Página Suelta #0. Sobre la duda y el miedo.

Creo que nunca he sido de grises. Siempre me he posicionado, aunque mi postura no fuera la correcta. De hecho, creo que esa seguridad es la que me ha llevado a no tener miedo a la duda. Jamás alguien firme en sus pensamientos huirá de la oportunidad de debatir sobre ellos; y esto es así por las dos consecuencias posibles. La primera es percatarse de no tener razón, lo que significa directamente que existan argumentos más fuertes y válidos que los tuyos. Por otro lado, la segunda posibilidad es que acabes convenciéndote más, y seguramente también mejor, de que tus opiniones se presentan acorde a la realidad, lo que lleva a que tus argumentos sean más plausibles que los contrarios.

De esta forma, quiero decir, que los grises solo llevan a la indefensión, a una seguridad ignorante que acobarda cualquier postura que se pueda prestar a discusión. Discutir no es malo, debatir tampoco lo es. Es más, me atrevería a decir que ningún desarrollo que se haya producido en la sociedad ha venido provocado por el obcecamiento, tan intrínseco como impersonal, que se produce cuando cualquier persona se cree estar tan segura de sus pensamientos que ni siquiera escucha ni es capaz de rebatir los de los demás.

Asimismo, personalmente nunca he crecido sin la ayuda de las personas que me escuchan, sin sus puntos de vista, sus opiniones, sus experiencias, su manera de percibir la realidad, del mismo modo que siempre intento aplicar este ideal a cualquier aspecto de mi vida, ya sea sentimental, personal o profesional. Si de verdad confías en ti mismo, si realmente no temes saber que te encuentras errado, muéstrate ante la duda que, como ya he apuntado anteriormente, o creces tú mismo por haber aprendido algo nuevo para ti, o creces tú mismo por haber ayudado a esa persona que tienes en frente, tan firme en sus ideales como tú, pero que no tiene reparo en escucharte.

Y yo, yo nunca he conseguido crecer con miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario