domingo, 23 de abril de 2017

Página Suelta #8. Brindo por ellos

Esta mañana he ido a la tienda de fotos a la que siempre iba mi abuelo, cerquita de su casa y de la mía. Mientras esperaba, el dueño de toda la vida: con esa voz aflautada que siempre tiene el mismo tono, el pelo canoso y unos ojos algo llamativos, hablaba con una mujer: con pelo castaño que sus cejas delataban como teñido, unos ojos rasgados por verrugas cómplices de la experiencia y unas manos marcadas con venas que parecían tatuadas a fuego.

Él decía que ya no era lo de antes, que ahora se hacen miles de fotos pero que no se revela ninguna. Decía también que en cinco minutos podían imprimirse cincuenta fotos cuando hace unos años tenías que esperar un día para tener preparadas veinte instantáneas. Levantando un poco la voz se quejaba, otra vez, de que nada es lo de antes.

Ella también se pronunció sobre sus problemas. No sabía qué hacer de cena para esta noche. Su principal opción era acercarse a la frutería y comprar unos huevos, su comida favorita. Que los iba a hacer fritos porque a ellos, pronombre que no conseguí descifrar pero que me imagina a quién va dirigido, era como más les gustaban. Pero claro, ya habían comido huevo hace dos días y seguramente se quejarían.

Entre tanto yo me distraía viendo esos marcos en los que siempre sale la gente sonriendo, en familia, de todas las edades, expuestos como si fueses a comprar el marco según las personas que salían en esa hoja de papel que todo el mundo tira antes de exponer su propia fotografía.

No entraba nadie en la tienda. Y se les veía preocupados, como si hubieran conocido una vida mejor que ahora se les escapaba. Cada uno con su tema. Expresándose con estos que no significaban otra cosa que una complicidad añeja y ya inquebrantable.

Y ahora que ya sabes todo esto, todo esto es inventado, pues yo no he salido de casa esta mañana. Pese a ello, sigo pensando en esas dos personas. En el deseo de él, que la gente se rebele, y en el deseo de ella, de chuparse esta noche los dedos al cenar sus huevos fritos.

No existen, pero eso es algo que no podéis comprender. Yo, por si acaso, brindo por ellos.